Un país de grandes recursos, dividido entre los intereses del capital, las necesidades humanas y la incompetencia de los que administran el Estado.

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    El Panamá que tenemos: Desigualdad e incompetencia

    El Panamá que tenemos:

    Un país de grandes recursos, dividido entre los intereses del capital, las necesidades humanas y la incompetencia de los que administran el Estado.

    Rafael García D.
    Alianza Estratégica Nacional
    Mayo 23 del 2018

    Hace más de 10 años la discusión y evaluación del Panamá que tenemos y del Panamá que queremos fue tema central en la elaboración de los documentos constitutivos de la Fundación por el Panamá que Queremos, organización integrante de la Alianza Estratégica Nacional A.E.N., el resultado de esta evaluación es parte integrante de nuestra Declaración de Principios y como es lógico la utilizaremos como un insumo primario en esta presentación.

    Gracias a ello nos es mucho más fácil iniciar nuestra participación directamente con la visualización de la médula del problema y al tratar de darle forma a una opinión relativa al Panamá que tenemos ubicarnos en la relación causa efecto para poder orientar nuestros análisis y actuaciones.

    Somos un país que durante 500 años de explotación, saqueo y despojo de nuestra riqueza ha sufrido la pugna entre la utilización de sus recursos y la distribución de los réditos de su uso. Un país que producto del Modelo Distributivo impuesto está partido, dividido y tensado entre los intereses del capital y las necesidades humanas. Quebrado por la falta de equilibrio y la ausencia de un administrador eficiente.

    Un país de grandes recursos cuyos beneficios no logran solucionar los problemas emanados de los requerimientos de la vida humana, ni de la convivencia social.

    Un país en crisis de credibilidad, en crisis institucional y que busca la causa del mal en las sabanas sin atreverse a entrar al fondo de la realidad, la necesidad de un ”Justo Modelo Distributivo” que brinde acceso al bienestar y donde sea erradicada para siempre la pobreza prevaleciendo la autodeterminación y la democracia participativa.

    Esto se manifiesta en una sociedad fraccionada en múltiples capas. Este fraccionamiento surge, en la necesaria utilización de los recursos y la pugna inmoral existente por la distribución de las ganancias producidas por los mismos, sólo en beneficio del Polo Dominante, provocando un desbalance abismal que mantiene a la sociedad en un constante caminar hacia el conflicto entre el acaparamiento y la miseria extrema, sin que exista luz al final del túnel.

    La participación del capital internacionalsin arraigo ni compromiso social, y además sin regulación real ni límites, proyecta una confrontación de extremos.
    La inversión tanto de capitales internos como externos es un ejemplo de lo positivo convertido en negativo, en este caso por la falta de límites (definidos y cumplidos) en su actuar y principalmente de la incompetente gerencia de quienes ejercen el poder político en función de metas que contradicen ese justo modelo distributivo requerido.

    No es el mercado el ente imparcial que puede o debe tomar decisiones entre alternativas que definen vida o muerte del ser humano y su entorno porque él está diseñado para favorecer al capital.

    Para no caer en las consignas localistas y recordar lo globalizado que esta el mundo, utilicemos como ejemplo un caso actual documentado por la TV alemana. Desarrollar una actividad económica como la producción y comercialización masiva del aguacate, muy de moda hoy en Europa, no parece tener ninguna faceta adversa a simple vista, tal vez quizá las clásicas relaciones del capital salario… Ahora bien les recomiendo ver el Documental de la DW, sobre la producción del aguacate en Chile denominado “UE-CHILE: más comercio, más paltas (aguacate), ¿más agua? de Mirra Banchon fechado el 29 de noviembre de 2017 para la DW. Allí encontraremos documentado el resultado de la avaricia y el acaparamiento. El Aguacate es un fruto que requiere grandes cantidades de agua y para beneficiar dichas plantaciones se produce la muerte de la vida en su entorno, léase agricultura de subsistencia, plantas, árboles y hasta el ser humano. La prioridad empresarial del monocultivo rige hasta contra el agua de consumo humano. Los acuíferos tanto superficiales como subterráneos son parte de las posesiones de la empresa, y eso es legal en Chile. Será este el futuro de la región de Barú con el contrato de Banapiña? ¿Es el mercado el adecuado planificador social y defensor de los intereses colectivos?

    La confrontación de extremos imposibilita el dialogo maduro y equilibrado – manteniéndose en los extremos no se permite el equilibrio –. El Estado se ha convertido en facilitador de un lado (especialmente cuando se trata de grandes capitales o capitales extranjeros) y no juega su papel asignado, por constitución y lógica, de administrador en defensa de los intereses de la nación como ente social colectivo.

    En este punto del análisis la situación actual del País requiere de un alto para sustentar la verdad en relación al ejercicio del poder político, las luchas sociales no deben ser satanizadas como la lucha entre los que tienen y los que no tienen, son las luchas entre el derecho a la vida de los más, que menos tienen, y de los menos que se han apropiado de las riquezas sin respeto a la vida y al bienestar colectivo.

    El tránsito entre un extremo y otro debe ir reflejándose en la sociedad en posiciones más o menos de andar hacia un consenso. Situación totalmente ausente en nuestro medio ya que no hemos buscado las causas reales y por tanto menos podemos plantearnos la solución de las mismas; por el contrario, optamos por los subsidios y supuestas soluciones sociales que no atacan la causa real de los problemas y son sólo medidas cosméticas sin sustentación en el tiempo que están diseñadas para mantener el “status quo” a largo plazo, con una píldora de sometimiento al Modelo Regente, al injusto y desequilibrado modelo de dependencia y entrega al gran capital financiero de todas nuestras riquezas aun cuando ello lleve el sello de muerte al ser humano y a la naturaleza de la cual dependemos.

    Ningún consenso se logra cerca de los extremos (riqueza sin límites vs extrema pobreza). No confundamos, no hablamos ni de quitarle al rico ni de lucha de clases, hablamos de una sola categoría, la humana y del reconocimiento de la necesidad del mutuo beneficio y el derecho a convivir como seres humanos que debe prevalecer –convivencia no traumática donde se produzca riqueza sin esclavizar al hombre y negarle sus derechos–. Ahora bien, sino estamos dispuestos a reconocer la causa real de los conflictos y a corregir en su origen los mismos, nada hay por hacer que no esté dicho y la lucha será inevitable entre los extremos porque estaremos auspiciando la corrupción como fórmula de enriquecimiento basados en la meta de riqueza al máximo sin importar los medios para alcanzarla. Desgraciadamente esa es la norma regente del actual modelo económico.

    La fractura social genera climas de confrontación a falta de un administrador eficiente y de metas alcanzables sin riesgo, o con el menor riesgo posible del sujeto humano, a presente y futuro. Esta realidad, determinada por la supremacía de los capitales sobre el Estado mantiene los componentes de esta ecuación en un permanente desbalance y de aquí la necesidad de variar la meta final del Modelo Regente, establecida en facilitar el enriquecimiento de una minoría, (totalmente globalizada a nivel mundial y resguardada por las estructuras económicas del sistema financiero), por una meta de auto sostenibilidad basada en el equilibrio dinámico con el medio ambiente y con los derechos a la vida de todos los seres del planeta especialmente del ser humano como colectivo actuante. La ausencia de este componente, una meta en base al bienestar humano, es la causa de la crisis social imperante.

    El Modelo Económico, basado en el transitismo y ejercido con mecanismos de explotación y saqueo está agotado, y de ahí surge la crisis institucional existente. Por ello los cambios de rostros en el aparato estatal no solucionan, en ningún caso, dicha crisis; se requieren unificar criterios y establecer metas para mantener en primer plano al ser humano colectivo y para ello tienen que administrarse los recursos para hacer accesible a toda la población, alimentación, ropa, vivienda, salud, educación y un entorno que favorezca sus actividades sociales y en ningún caso, como ocurre en estos momentos, favorecer la acumulación y el despojo. Si esto no se establece, todo el que accese al aparato quedará atrapado en el cumplimiento de las metas del actual modelo económico. Necesario es decir que este modelo favorece, casi se basa en la corrupción institucional, por lo tanto el Panamá que tenemos no cambiara…

    El desarrollo logístico del Canal no debe poner en peligro el agua para consumo humano. Esto debe ser parte del límite del Emporio Logístico (dinero vs vida).

    La actividad minera debe confrontar sus beneficios individuales (empresariales) con el costo colectivo humano y ambiental (dinero vs agricultura, acuíferos, salud…)

    El desarrollo de Barú no puede reproducir los errores documentados a causa del monocultivo, los pesticidas y los daños a la producción alimentaria de corte soberana y sostenible (experiencia del ser humano vs la acumulación de ganancias).

    La Salud colectiva es más rentable en la prevención que en la cura, aun cuando la cura represente grandes ganancias para las Farmacéuticas (que de por si son capital extranjero vestido de mercader) y/o de sus distribuidores, por cuanto su valoración debe ser en términos de la sociedad y no de la renta individual.

    Salud y Educación deben verse como inversión social y no como un simple gasto. En ningún caso debe convertirse en un negocio mercantil.

    Estos elementos, tal y como se están desarrollando, sustentan la existencia de un Panamá fraccionado, quebrado socialmente, rota su espina dorsal. El desequilibrio mostrado en los índices económicos nos habla en forma casi vulgar del posicionamiento de los extremos.

    Al mismo tiempo existen grandes oportunidades y áreas de desarrollo como lo son la logística entorno a la vía acuática, el comercio con China, la fortaleza financiera del Centro Bancario, el turismo entre otros, pero solo sostenibles con una política agraria de desarrollo a largo, mediano y corto plazo, que nos brinde soberanía alimenticia, con una adecuada protección del ecosistema, del ser humano y sobre todo del recurso agua a nivel nacional.

    Sin esto no lograremos el equilibrio que permita la alimentación, salud, vivienda, educación y trabajo que sustenten una nación prospera y con equilibrio social que corrija el rumbo por el cual transitamos de crisis en crisis en el Panamá de hoy y que se manifiesta en pugnas permanentes entre instituciones, órganos del estado y sociedad.

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